domingo, 15 de diciembre de 2013

El ir de las cosas.

Desde la partida de Dani, internet, casualmente dejó de funcionar. Tal vez se deba a que estaba a nombre de su madre, y como es lógico, lo dieron de baja. El caso es que ya no tengo forma de publicar nada en esta página... poco duró mi determinación de escribir diariamente, aunque se deba a circunstancias externas. No sería tan malo si la pérdida de internet también implicara la no posibilidad de buscar imagenes, información, series, películas... [además me había propuesto ver todas las de Audrey, una verdadera lástima.] Ahora leo más, he ido a dar algún paseo, y supongo que dedico mi vida un poco más a esas cosas de antiguos que no debería tener la obligación de hacer, pero que tampoco me disgustan tanto como querria admitir. Incluso he decorado botes con Helena... (no digo que eso sea de antiguos, solo es de Helena...). He descubierto un nuevo cómic wuay, se llama La bipolaridad del chocolate (malditos modernos la verdad, pero me parecen que son los únicos que hacen cosas medio decentes, por ahora mis ilustraciones favoritas las hacen españoles...[otra de las cosas que no me gusta admitir]).
Jan es un niño pequeño, que tras la muerte de sus padres comienza un viaje cuyo objetivo es abrir una pastelería en paris, para vender los dulces que antaño hacía con su madre. Es una verdadera historia cotidiana, en el sentido más positivo que sea posible. Hablando de cotidianidad y pensando en ternura, ayer vi una escena preciosa en el metro. Es una lástima que a nadie le conmoviera, hace perder un poco la fe en todo. Hacía el mítico recorrido nuevos ministerios-moncloa, cuando entró una señora negra que siempre pide dinero cantando. Justo en el mismo bagón en el que yo iba, había una niña pequeña de unos tres años que no paraba de cantar y de reirse, pero cuando vió a la mujer negra se calló inmediatamente, y se quedó mirando con una cara muy seria, y en mi opinión, muy digna. [La dignidad de los niños pequeños... me parece que está presente en todo lo que hacen] Cuando la señora negra paso por delante de la niña, esta corrió hacia donde estaba su madre, y le empezo a decir, "mamá por favor dale dinero,no tiene nada para comer". Fue algo precioso, estube a punto de raptar a la niña por ser la cosa más mona del universo. Sin embargo, nadie pensó lo mismo, y la respuesta general ante una actuación tan íntegra, desinteresada, y de verdad, sobre todo de verdad, fue: ninguna. Tan rápido como la emoción sube, baja. Y en vez de irme contentísima recorriendo toda la estación, pensando que mientras siga habiendo este tipo de actuaciones todo tiene sentido, me fui bastante triste, pensando que si la gente no da ningún tipo de valor a una actuación tan conmovedora, todo da igual. Así que como todo da igual y nada tiene sentido, adjunto aquí un dibujo que ha hecho marcia, muuuy mono, para una asignatura.

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