martes, 25 de febrero de 2014

Cha[vela] y demás

Después de terminar los examenes, que finalmente fueron mucho más aceptables de lo que podía haber previsto, y que de hecho no preví [excepto en el mejor examen que hice; la aleatoriedad está en todas partes, está bien, lo asumo.], los acontecimientos se han sucedido de un modo ciertamente extraño, sobre todo por su caracter de novedad. Cuando tu tienes la necesidad racional de modificar un tipo de dinámica, pero te ves frenado por la covardía que inevitablemente condiciona negativamente en el momento en el que decides salir del llamado círculo de confort en el cada uno, y de un modo radicalmente particular está inmerso, es verdaderamente dificil llevar a buen término esa suerte de propósito, intención, y en el peor de los casos, solo conciencia. Sin embargo, otras veces se da un acontecimiento que no deja de sorprenderme. Me remito a hechos concretos para deconstruir lo abstracto. Este sábado, a las cinco dela tarde, despues del ya mítico ritual de comer, charlar, cigarros y te, me vi a mi misma estudiando, pero estudiando de verdad, y he ahí lo realmente importante. Me explico, por primera vez, puede que en todo este período tan extraño y tan familiar que ha resultado para mi la época universitaria, estaba estudiando si habermelo siquiera planteado, y no solo eso, por primera vez hay asignaturas que me motivan tanto que no me importaría dedicar quizás todo el día a investigar y leer y pensar y leer y leer. Claro, un momento tal requiere en cierto modo una toma de distancia y por lo tanto no pude seguir estudiando. Pero gracias a eso creo que aquel círculo de confort del que hablaba puede ser traspasado de varias formas, pero concretamente me parecen interesantes la interna y la externa. En cierto sentido, parecen también las ideas comunes que se suelen tener, pero me pareció algo importante. Puede que el extremo astío, la rutina de vivir perpetuamente ahogado en un sentimiento de apatía, esperando que llegue algo externo que por un momento te permita disfrutar, aunque solo sea durante unos segundos, de ese sentimiento que esperas con la mayor esperanza recubierta de indiferencia absoluta; y tu solo esperas que vuelva, que vuelva aquello que llega, e inevitablemente se va. Y mientras tanto, solo el tedio. Si en un momento tal, te propones llevar a cabo el gran salto, que te permira abandonar, y lo que es más importante, ser consciente de que tienes la capacidad de abandonar, esa circunstancia de tal modo covarde, la distancia es tan grande, que los intentos concluyen constantes fracasos; y la frustración, el hábito y sobre todo, la covardía aumentan exponencialmente, y la posibilidad de mejora se hace casi imposible. Sin embargo, si dentro de esa misma situación inicial, el ideal que se añora alcanzar deja de ser algo inalcanzable conviertiéndose en un inalcanzable al que aun así se decide perseguir... ¿podría ser este el comienzo de algo nuevo? Los importante no son los saltos absolutos, si no, constante ansia de mejora de los aspectos concretos y particulares, de tantos como sea posible; este es el único modo de prosperar. La necesidad de absolutos, y el temor que puede provocar su contemplación imaginativa, lleva consiguientemente a asumir una posición de fracaso; cuando el fracaso es el único resultado posible. Y aun así resulta inevitable que el fracaso duela, y empequeñezca. Pero esque ese no es el objetivo real de la batalla; de modo que la mayor parte de las cosas que hacemos, se cargan a nuestros hombros, como un peso injusto e injustificado. Pero... cuan dificil se hace salir cuando estás tan dentro; y que desapercibida puede pasar en un primer momento la salida. Noción importante. A Isabel Vargas Lizano, a la gran Chavela, a su último gran trago. Y a su irrepetible melancolía atravesada por la más desgarradora superioridad ante la misma.